Crónicas de Agamenón – Batalla por la liberación de Marley, el planeta feliz.

Del anciano escriba Janus, sobreviviente de la Campaña de Agamenón, nos llega este antiguo relato por el trascrito, de cómo lucharon los jóvenes cachorros del capitulo contra la oscura amenaza xenos.

El estruendo hizo temblar la misma tierra. Adentro del Rhino, la apretujada jauría se revolvía inquieta. El joven Rygil estaba furioso y de a ratos golpeaba y pateaba la puerta trasera. Esto inquietaba aún mas a los jóvenes guerreros, hasta que Rufus, el más viejo del grupo, le ordeno quedarse quieto.

Nadie discutía las ordenes de Rufus; si bien no era nuestro jefe, era el más viejo y nadie ignoraba que pronto sería trasladado a una compañía de Cazadores Grises, honor que todos los Garras Sangrientas ambicionábamos pero no todos llegarían a obtenerlo.

Afuera, seguían escuchándose los estruendos de armas pesadas.

Llegamos esa misma mañana, respondiendo, junto a una compañía del capítulo de los Ángeles Sangrientos, a una llamada de auxilio enviada por un tecnomarine del capítulo de los Ultramarines, los guerreros de Ultramar.

Al parecer estos últimos habían llegado para asegurar un puesto de comunicaciones y crear un perímetro de defensa, en este olvidado planeta víctima de los antiguos, los llamados necrones. Sin embargo, la presa fue más grande de lo que podían morder los inútiles colmillos de los Ultramarines y por eso los Lobos Espaciales habíamos sido convocados en este desolado reducto olvidado de la mano del Emperador.

¿Y en el nombre de Russ, como demonios sé todo esto? A un Garra Sangrienta no le importan los detalles, pero todo esto fue transmitido en el transporte de la Flota que nos llevo a la superficie del planeta. Además, si algún día me convierto en un anciano Colmillo Largo, será otra historia para contar a los jóvenes.

Nuestra exigua tropa se componía de un Dreadnought Venerable, llamado Hrotgar, que nos guiaría en la batalla; una compañía de Cazadores Grises montada en un Razorback que se había separado de nosotros al ingresar a la ciudad en ruinas que debíamos defender; un Predator Annihilator, cuyos cañones láser podíamos oír no muy lejos de nuestra posición; y finalmente mi compañía de Garras Sangrientas, montada y aguardando en el Rhino que era objeto de nuestros insultos. ¿Por que no nos dejaban salir?

Súbitamente, se encendió la luz verde del compartimiento y Rufus ordenó abrir las puertas. Salimos aullando y preparados para cualquier amenaza, pero en vano. El Rhino estaba oculto tras una enorme y larga pared que nos separaba del resto del ejercito, y de frente estaba cubierto por una enorme torre con dos Bolters pesados que escupían sus proyectiles contra objetivos que no podíamos ver, puesto que una colina a 50 metros nos cubría del enemigo.

Fue al observar la colina que lo vi. Era como una enorme estructura piramidal, que humeaba inmóvil detrás de la colina. Después de la batalla supe que era un monolito necrón, que al igual que otro artefacto similar, había caído bajo el fuego de los cañones láser de nuestro Predator. De todos modos, en ese momento su visión no era nada tranquilizante.

Rufus estaba aún dentro del Rhino, recibiendo las órdenes de Hrotgar. Al salir gritó:

- ¡Hermanos, debemos defender la posición hasta el último hombre! ¡Nadie se mueve si no se lo ordenan! -

No hace falta aclarar que a nadie le agradó esta orden, todos estábamos ansiosos por correr a la masacre y no defender un pedazo de piedra.

Rufus sacó del interior del Rhino las dos preciadas Espadas de Energía asignadas a la jauría; luego nos estudio con la mirada y finalmente dijo: - ¡Rigyl! Tu tendrás una, y veremos que tal la usas llegado el momento – El joven sonrió con ferocidad mientras tomaba el arma. Luego, sin decir palabras, giró y me entregó la otra Espada. Sin duda, era un gran honor el que me concedía.

Luego grito muy fuerte a toda la compañía: - “Rigyl a la izquierda, Ulfgarth a la derecha, y los demás formando una línea entre ellos detrás de las defensas... Yo me encargo del rifle de plasma”- Ese era un honor que nadie le disputaría; esa arma era muy traicionera.

A lo lejos la lluvia de disparos seguía en ambas direcciones. Varios disparos de energía dieron contra la torre, que obsequiaba la retribución con proyectiles de bolter pesado.

De repente oímos el rugido de Rufus y lo vimos señalar a la izquierda de la colina. Una masa metálica infestaba el suelo y avanzaba mientras las torres de defensa levantaban astillas de metal cuando los proyectiles impactaban en el asqueroso enjambre. La masa dejó de avanzar para arrojarse hacia un cráter que había en el suelo frente a la entrada del perímetro defensivo. Eran como insectos metálicos que formaban un temible enjambre que comenzó a acumularse en el cráter y, maldita suerte, quedaron a salvo del fuego de las torres, que se dedicaron a acribillar otros objetivos.

Lo que jamás imaginamos fue lo que sucedió luego... El enjambre salió del agujero a una velocidad increíble y en vez de seguir adelante, giro y tomo nuestras defensas por asalto. Al grito de ¡Por Russ! ¡Por el Emperador! la jauría contraatacó al enemigo. Lo que siguió fue una confusión total... cada Garra golpeaba con sus armas y disparaba en todas direcciones con su pistola bolter.

Apreté el gatillo hasta vaciar el cargador y luego comencé a sembrar la muerte con mi Espada de Energía. A cada golpe un insecto enemigo se abría y dejaba de funcionar, pero mis compañeros sin armas de energía no la tenían tan fácil. Todos peleaban con furiosa ira. Svart descarga sus golpes con furia mientras se cubría las espaldas con Heimdall, que luchaba con igual rabia. Lorkar tenia un brazo herido, por lo que había soltado su pistola y empuñaba un hacha con su brazo sano, repartiendo bendiciones de acero en nombre de Russ.

Fue entonces cuando vi a Rufus. Armado solo con el rifle, no podía dispararlo, por lo cual lo usaba de maza para golpear al enemigo, pero lentamente era rodeado, mientras que detrás de él una masa de insectos se acercaba sigilosamente. Aullé mientras corría hacia él, pero el furioso Rigyl también lo vio y se arrojo contra el enjambre. Luego de una breve lucha, Rufus quedo libre y giramos para auxiliar a Rigyl, pero solo vimos el maligno enjambre que se movía y el ensangrentado brazo de un Lobo Espacial saliendo de la masa metálica.

Ver a un hermano caído en batalla me lleno de furia. Mientras Rufus disparaba casi a quemarropa y con peligro de hacer estallar su rifle de plasma, me lance con furia contra el enemigo y detrás mío incluso el maltrecho Lorkar venia retribuyendo golpes a los enemigos del Emperador. Cuando nos dimos cuenta, el ataque había sido rechazado y el enjambre yacía destruido a nuestros pies. Había tenido lugar un ataque general contra toda la línea del frente, pero fue rechazado con un nutrido fuego de artillería y armas pesadas. Solo en nuestro sector se llego al combate cuerpo a cuerpo. Mientras asegurábamos el perímetro, vimos como la Compañía de la Muerte (Fuerza de elite de nuestros aliados Ángeles Sangrientos), se lanzaba contra las líneas enemigas y se mezclaban en una frenética batalla. También en ese momento se produjo el bombardeo orbital que venia sucediéndose periódicamente. No vimos que sucedió luego, por que las restantes divisiones enemigas retrocedieron ante el duro castigo de nuestra artillería y se lanzaron contra la Compañía de la Muerte, o lo que quedaba de ella.

Sin comunicaciones, puesto que antes del ataque el Rhino había retrocedido a otra posición, y sin enemigos a la vista, nos lanzamos a la carrera para auxiliar a la Compañía. Mientras corríamos escuchamos la advertencia: “En campo abierto estamos a merced del bombardeo orbital”. Nadie detuvo su carrera. Al cruzar la entrada al perímetro los Cazadores Grises salieron a la carrera con similares intenciones a las nuestras. Mientras corríamos sentimos un agudo silbido y todos nos lanzamos al suelo. El bombardeo. El infierno se desato sobre nuestras cabezas y acabó tal como había comenzado. Milagrosamente, estábamos vivos y seguimos corriendo frenéticamente, esperando llegar antes que los Cazadores Grises. Cuando ya caíamos sobre el enemigo, pude ver al Capellán, que mientras derribaba a dos enormes necrones, era golpeado por varios guerreros y caía muerto, o herido de muerte. Simultáneamente, nuestras armas pesadas barrieron a los guerreros necrón que estaban enfrente de nosotros y luego de esto, el resto del ejército alienígena se desvaneció en el aire, dejando solo los restos de la Compañía de la Muerte en el suelo. ¡Maldición! ¡Que cerca estuvimos de aniquilarlos antes de que escapen!

Rigyl fue el único Lobo Espacial que cayo ese día.

No hay comentarios: